¿Cómo saber que se trata de un “buen libro”?


Por: Yolima Amado Sánchez. Ávida lectora y entusiasta escritora.

En estos más de cuarenta años de lecturas diversas he logrado afinar el detector para los “buenos libros”, sin importar el género, grosor, autor, fecha de su escritura o el material que los soporta. Seguramente cada quién tendrá sus propios criterios, y en verdad espero que así sea, porque esto indicaría que aun existen los ávidos lectores, sin embargo, en esta noche que no es como cualquier otra, quise listar -a modo de propuesta para nuevos y recorridos lectores- aquellos requisitos infaltables a la hora de decidir si aquel que tengo en las manos o proyectado en una pantalla, lo es.

Por supuesto, estos criterios están cimentados en mis diversas y particulares experiencias de lectura, que ciertamente no añoran ser compartidas o aprobadas, meramente explicitadas en un esfuerzo por hacer visible aquello que se diluye en la cotidianidad de las páginas, de sus letras y puntuaciones; aunque ya hace muchos años que son repasadas mentalmente y puestas en práctica sin siquiera notarlo, tras toparme con un nuevo manjar. A saber:

  1. En la primera página, no del prólogo ni de la contraportada, sino en la primera página del cuerpo del libro ha de haber ciertas palabras, ciertas oraciones o insinuaciones que me hagan sentir que en lo que sigue hay algo que quiero seguir leyendo. Si la primera página no me hace sentir convocada a leer, difícilmente aparecerá en las que siguen. Es algo similar a toparse con una puerta cerrada, puede ser una puerta bella, costosa, brillante, con pomo vistoso o deslumbrantemente adornada, pero si al abrirla no hay del otro lado más que un cuarto polvoriento o una calle ruidosa o un estante lleno de enciclopedias falsas, ciertamente no habría mayor cosa, sobresalto o deleite tras el umbral.

No obstante, en una habitación polvorienta se pueden esconder curiosos y olvidados tesoros, tras una calle ruidosa podemos toparnos con transeúntes misteriosos y relatos inesperados; y vaya uno a saber qué se puede esconder en medio de falsos libros o falsos estantes. En cualquier caso, esa primera página ha de susurrar un camino, un misterio, un tesoro o un carnaval, la posibilidad de habitar durante cierto tiempo tras cada cuartilla, al amparo de los sinuosos desfiladeros de la palabra.

  • A medida que avanza la lectura de los párrafos siento el deseo de señalar frases: No se trata de destacar palabras incomprensibles o rimbombantes, ni de señalar argumentos completos y cerrados, soy más una mujer de insinuaciones e interrogantes, de sobresaltos y destellos, de frases precisas y cadencias consonantes.

Tiene que ver con el impulso de subrayar frases que luego querré volver a leer, para sumergirme en sus diversos sentidos y enigmas o que, por intrigantes o estéticamente bien logradas, me susurran certidumbres que cuando las leo por primera vez, no alcanzo a recorrer por completo, entonces su contundencia me envuelve y me asalta la urgencia de marcarlas, de dejar alguna seña que salte a la vista, como quién marca los árboles en un bosque desconocido y teme perderse en él, si no deja un rastro visible que le permita salir o volver a recorrer el sendero.

  • El libro reclama mi atención completa, me sumerjo, me pierdo, olvido el paso del tiempo, el frío, el hambre, el dolor, la compañía, el entorno completo; casi que se me olvida que estoy viva, pues lo importante es aquello que encuentro entre las páginas. Suelo leer y tener música de fondo, sin embargo, si se trata de un “buen libro”, aquello que resuena no es más que ruido tenue e irrelevante, imperceptible, pues el libro se impondrá con sus variadas voces y me instará a ignorar las distracciones.

Cuando era una adolescente ya me dejaba atrapar. Mi madre me visitaba a altas horas de la madrugada, preocupada por la inmovilidad, desconcertada por la entrega y el abandono que me ponía como en trance, a miles de kilómetros, a siglos o dimensiones de distancia; me buscaba abrigo y me dejaba a solas, pues no podía estar de otra forma; le impresionaba que no me percatara del paso del tiempo o de las urgencias externas, pero ¿Qué más podía hacer?, si en esas lecturas y en las actuales, sólo me sé perder.

  • Una buena lectura siempre me insta a escribir. Leer sin escribir es señal de aburrimiento, de falta de inspiración y de desidia, al menos en lo que a mí respecta. Un “buen libro” me empuja a hacer lo propio, casi que me obliga a comentar, preguntar, objetar y atemperar, a «yolimatizar» la voz de cada autor, de cada personaje, concepto o argumento.

He aprendido que cuando un libro convoca se establece un vínculo particular entre quién escribió y quién escribe, de modo que si alguna lectura me permite meramente pasar los ojos sobre las líneas, sin pausa, sin comentario, sin señalamiento, si me deja estar ausente o permite que las distracciones de la vida circundante se impongan y no me apremia a escribir, es porque no fue escrito para mí y, en tal caso, hace mucho aprendí que no había más que hacer que dejarlo ir; como quién abandona un postre que a algunos puede deleitar, pero a ti te produce malestar y hostigamiento, el esfuerzo por tragar terminará en un desagrado mayor.

  • Tengo que volver a leer: No tengo idea de cuántos libros he leído hasta ahora, sin embargo, sé que aquellos que me resultaron “buenos”, he tenido que leerlos nuevamente, incluso más de dos veces. Y esto por varias razones: porque al terminar el libro siento que se me escaparon muchas cuestiones relevantes, porque el recorrido me llenó de pensamientos, emociones y figuraciones, porque dejé aquellas marcas y pistas que me invitan a volver a recorrer el camino, porque en cada nueva lectura construyo puentes diferentes, o simplemente porque el deleite de releer e imaginar una vez más se convierte en nostalgia lectora.
  • Finalmente, me acompañan sensaciones perfectamente contradictorias: la del olvido y la memoria. Puedo leer un libro varias veces y en cada ocasión sentir que nunca lo había leído, de ahí que me dejo atrapar y llevar por las palabras como si fuesen nuevas y desconocidas; a la vez, recuerdo frases, relatos, fragmentos, datos, imágenes visuales de las páginas precisas y el lugar en el que algún párrafo o idea está fijado, como si nunca me hubiese ido o si recién hubiese terminado la lectura.

Quizá porque quedo implicada en las páginas, porque aquí y allá he vivido la emoción de que quién escribió lo hizo para mí y para mi deleite, o tal vez, porque entre palabras y “buenos libros” he logrado estar, sentir, imaginar, saborear, escuchar y pensar, para luego tratar de ser y vivir, cuando me siento empujada a escribir.

9 comentarios en «¿Cómo saber que se trata de un “buen libro”?»

  1. Apreciada Yolima. La experiencia de elegir las lecturas es una analogía de la vida, es una toma de decisiones sobre los caminos que uno elige caminar, abandonar o volver a recorrer.
    Su escrito lo volví a leer porque invita al reencuentro con la lectura, con la experiencia de disfrute ¡Invita a Yolimatizar!

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    • Apreciado Edward, tienes razón con esa analogía, incluso me atrevo a extenderla: hay momentos en los que tenemos previsto un camino, y sin querer, deambulando por ahí cambiamos de rumbo. Como cuando iba a la biblioteca buscando un ejemplar en especial y entre estantes encuentra otras obras, de otros autores, y resulta incluso dejando de lado lo previsto. En otros momentos, se lee y relee un mismo libro, buscando, fijándose atentamente, empecinándose, como en las obsesiones cotidianas. Y en otras más, dejamos pasar oportunidades porque estamos buscando algo y, tras no encontrarlo, no logramos ver otras posibilidades, otros mundos…
      Me alegra que te hayas topado con el disfrute en ese breve escrito y con la invitación a seguir leyendo. ¡Gracias por el espacio y por la conversación!

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  2. Querida Yolima, que buenas reflexiones frente a la experiencia tan personal de gustar la lectura, escoger lo que se quiere leer, disfrutarlo, querer dialogar con el texto…o autor.. volver sobre algunas lecturas…encontrar esas frases e historias que conectan y atrapan, abren otras puertas y ventanas, corren velos, dan nuevas luces. Gracias!!

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    • Querida Marlene, gracias por leerme.
      En tu comentario sitúas una de las razones que más ha motivado mis lecturas: abrir nuevas puertas, nuevos mundos, descorrer esos velos para sumergirse en otras realidades; unas que parecen lejanas a nuestras cotidianidades, pero que a la vez nos las recuerdan y sugieren… Mensajes que parecen tenernos como destinatarios; entonces, los libros nos llegan como enviados mágicamente, en el momento justo, de ahí que nos atrapan, pues comportan ese misterio inexpugnable que nos sitúa como destinatarios.
      Con cada nuevo libro esa magia se renueva y crece, pues el anterior seguramente ha obrado su cometido.

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  3. Ohhhh me sentí identificada, aunque también reconozco que para mí la portada es una enorme invitación, esa imagen, ese contraste quizás de colores, es una invitación visual a la aventura. Te cuento que llevo también un intento de bitácora de lectura y en ella ubico el año, el autor, el género, el lugar donde fue escrito, a quien está dedicado (me gusta pensar que con esa dedicación había un alguien específico y cambio el nombre y pongo el mío… Locura ☺️), en fin, como dices también hay libros que no me atraparon que deje en el olvido aunque se intentaron pero mejor dejar así. Gracias por tu escrito y que bonito camino.

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    • Apreciada Edna, me resulta muy interesante que te fijes en las dedicatorias, nunca lo había pensado.
      Se me ocurre que es otra forma de situar al ser humano tras las letras, es decir, no sólo sus argumentos, pensamientos y figuraciones, sino al ser de relaciones que, en cierto momento, quiso ofrendar su obra. Lo haré en adelante.
      ¡Muchas gracias por tus comentarios!

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  4. Querida Yoli, el relato de tus varios caminos en el mundo de la lectura y la forma como identificas puntos comunes a lo que atrapa tu atención y gusto, fue para mí un deleite conocerle, incluso con la paradoja que se presenta en que en un texto tan corto me sumergiste en la aproximación de lo que sientes al conocer y viajar en un “buen” libro, pero que de todo ese relato aún faltarían más frases de todo lo vivido en el mundo de los libros.

    Abrazos!

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  5. Recordada Yolima, encuentro en tus palabras sobre lo que significa leer un libro mucha sabiduria, pues en aquellos con los cuales nos conectamos y nos atrapan, encontramos caminos que se abren a nuestras particulares reflexiones, sentires y construcciones. Abrazo y sigue escribiendo.

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  6. Qué maravilloso es leer y sentirse identificada. Recordé los libros devorados que tanto amo y atesoro y también aquellos que tengo en espera, porque la vida no me da pausa, o porque, aunque me convocan desde la primera página, me vinculan tanto que temo lo que me pueda encontrar y no estar lista para recibirlo. No sé si has tenido esa sensación.

    No había pensado en la invitación a escribir, creo que siempre quedo con algo que decir o compartir, pero hasta ahora no había visto esa posibilidad en la escritura post lectura.

    Yo le agregaría que, me gusta leer la última frase del libro, sin contexto y si me da curiosidad de cómo llegó a esta frase, el libro también me convoca.

    Muchas gracias por el placer de leerte querida profe Yolima.

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